Según el diccionario de la Real Academia Española, la
palabra crisis se asocia a varios conceptos: cambio brusco, mutación,
situación de un asunto cuando está en duda la continuación,
modificación o cese; escasez, carestía, situación
dificultosa o complicada.
Prefiero sintetizar en que crisis es sinónimo de “desequilibrio”.
Entrar en desequilibrio significa que algo o alguien nos
sacaron de nuestro rumbo, del eje, del plan, de lo esperado, de lo que estamos
acostumbrados que ocurra.
Entrar en crisis nos lleva a un desequilibrio mental y
emocional que nos impide ver la situación con claridad y nos lleva a tomar medidas
desesperadas, con urgencia y con altos costos y no siempre la decisión es la
más acertada. Lo demuestran los resultados infructuosos.
Entrar en crisis tanto como entrar en pánico, nos paraliza,
genera emociones negativas, se pierde la objetividad, se deja de visualizar el
contexto para ver solamente el punto. Incluso se reciente la salud. Y en un
estado con estas características, ¿se pueden encontrar las soluciones
correctas? Creo que no.
Según los chinos, la palabra crisis se escribe con dos
símbolos en el que uno representa “peligro” y el otro “oportunidad”.
En mi interpretación esto significa que al presentarse
una crisis, uno debe “estar más alerta” ante el peligro y que tiene la
oportunidad de intentar mejorar lo que debe mejorarse. Que esto que está
ocurriendo y que nos pone en desequilibrio es la consecuencia de las decisiones
y los actos efectuados y los no efectuados.
La única manera de salir de una crisis es manteniéndose
en equilibrio físico, mental, emocional y espiritual y realizando las acciones
decididas en el ámbito de ese equilibrio racional.
¿Qué hacer en momentos de crisis?
Mantener la calma, el eje, siendo conscientes que todo en
la vida son ciclos, que todo ocurre para bien, para aprender, para mejorar,
para crecer.
Y fundamentalmente tomar el firme compromiso con uno
mismo de corregir lo necesario para no entrar en crisis nuevamente.
En una empresa, cuando hay muchas ventas, “no hay tiempo”
para detenerse a analizar y generar las soluciones para evitar definitivamente
algunos errores. Se los intenta corregir sobre la marcha con soluciones
transitorias. “No hay tiempo” para verificar los procesos, para capacitar a la
gente, para mejorar los archivos, para hacer controles, para ordenar, para
limpiar. Solo hay tiempo para producir. Hay que aprovechar la cosecha. Y los
errores que se comenten y que llevan a mayores costos, estrés, discusiones,
enojos, demoras, mal clima laboral, pérdidas, son tratados con liviandad o no
tenidos en cuenta, porque lo urgente supera lo importante. Hay que producir
para vender.
Entonces, ¿cuándo es el momento para corregir lo
corregible?
Cuando caen las ventas, cuando “hay tiempo”. Es como que
la vida se ocupa de obligarnos a parar para ordenar cuando nosotros no somos
capaces de parar por decisión propia.
Haciendo una analogía con lo personal. Si no invertimos
tiempo en cuidarnos (actividad física, alimentación, descanso, relax,
desenchufe, risa, ocio), nuestro cuerpo recibe el impacto de esa sobre
exigencia y descuido y nos dice “ahora te vas a quedar quieto un rato”, nos
enfermamos y debemos hacer reposo obligado.
Por lo tanto, muy lejos de preocuparse por la crisis y de
la caída de las ventas, es aprovechar el momento para reorganizar la empresa,
limpiar los cajones, mejorar los procesos, reanalizar las políticas
comerciales, capacitarse, organizarse y crecer desde adentro para recibir en
nuevo ciclo positivo con mejores herramientas y más fortalecido.
Dicen que la suerte no existe como tal sino que es estar
en el momento y en el lugar correcto, y con las herramientas adecuadas.